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Entrevista a… Carlos Franganillo, periodista

EEUU, RUSIA Y CHINA DEFINEN MUY BIEN LAS INTERACCIONES GEOPOLÍTICAS

Selene Pisabarro / Madrid

Quienes trabajan con él comentan, sorprendidos, que Carlos Franganillo (Oviedo, 1980) no usa ni papeles ni bolígrafo cuando presenta la edición nocturna del Telediario de La 1. «Si algo va mal, sabe improvisar perfectamente», aseguran los técnicos en plató. Franganillo está pendiente de cualquier detalle hasta el último minuto. «No se le escapa nada». Este periodista al que le apasiona la geopolítica ha sido corresponsal en Washington (Estados Unidos) y Moscú (Rusia). Aunque le encanta leer sobre estos temas, confiesa que últimamente tiene menos tiempo.

Ha estado en Washington, Moscú… Le queda Pekín. Me encantaría. Es el destino en el que me gustaría vivir y trabajar. Si tuviera que elegir uno sería ese, pero por circunstancias familiares y personales no sería todo lo cómodo que querría. Pekín me parece, ahora mismo, el sitio más fascinante para un periodista al que le guste la información internacional. Creo que Estados Unidos, Rusia y China son tres poderes principales que definen muy bien las interacciones geopolíticas y las relaciones internacionales en la actualidad.

¿Allí tuvo relación con las Fuerzas Armadas? Sí, sobre todo en Washington, tenía mucho contacto con los agregados de Defensa y las actividades que realizaban. Siempre me ha interesado mucho el tema, pero al haber estado en el exterior, la exposición a las Fuerzas Armadas es menor, aunque sí he descubierto a profesionales de primerísimo nivel.

Me imagino que habrá sentido alguna vez la saturación informativa. Muchas veces, pero no en cuanto a los temas internacionales, porque me iría a cualquier parte. La actualidad del mundo es más cambiante, porque un día te puedes fijar en una parte y otro día en otra, pero la política nacional es un bucle constante en tiempos de gran polarización y de mucha crispación. Creo que, a veces, tengo esa sensación de saturación, no solo por la propia actualidad, sino porque vivimos en un mundo tan conectado que nunca logras desconectar. Ahora es muy difícil, porque a través de las redes sociales o grupos de WhatsApp estamos en un torbellino informativo constante.

Precisamente, el móvil es ya una herramienta más para los periodistas. En parte lo es. Es verdad que hoy un periodista tiene que estar en Twitter, porque muchas decisiones se anuncian a través de la plataforma. Obviamente, seguir la presidencia Trump sin Twitter era casi imposible, por nombrar un extremo. Una parte de la diplomacia se hace en redes sociales, es una herramienta más, no se puede evadir si eres periodista y eso obliga a meter la cabeza de lleno en ese torbellino. Muchas veces extraes cosas positivas y otras muchas lo que te encuentras es ruido, crispación y mensajes de odio. Es el entorno en el que nos movemos y el profesional tiene que adaptarse y sacar lo mejor.

En las Fuerzas Armadas he descubierto a profesionales de primerísimo nivel

En TVE, están realizando telediarios en directo desde los colegios electorales, la España vaciada… ¿Cómo surgió la necesidad? Fue un experimento que funcionó razonablemente bien y empezamos a ponernos retos un poco más complejos. Yo creo que es un modelo que en otros países funciona, donde el presentador no está solo en el plató, sino que también hace otro tipo de reportajes o tareas. Pienso, personalmente, que eso aporta al espectador y así puede suponer que quien le está contando las noticias tiene una participación más directa y lo conoce de primera mano. Es verdad que no se puede hacer a diario porque exige mucho trabajo e implicación técnica.

Aun así, las audiencias han bajado en los últimos meses. ¿Son tan importantes? Sí, claro que lo son. La televisión pública no tiene que estar desesperada por la audiencia porque ya no tenemos publicidad y nuestra financiación depende de otros factores. Pero sí que preocupa, obviamente porque un medio de comunicación quiere tener trascendencia y una televisión pública debe. Nuestra misión tiene que ser aportar neutralidad, objetividad y cierto debate social fuera de la crispación en tiempos tan agitados. Hay que hacerse un hueco para cumplir con esa función social.

¿Hay algún truco para que un adolescente que es capaz de ver horas de
vídeos en Youtube se conecte para ver el telediario?
Nadie lo sabe, si yo lo supiera triplicaríamos la audiencia (ríe). Es difícil saberlo y yo creo que todos los medios tradicionales estamos en ese debate. Hoy por hoy, es complicado encontrar una solución para que la gente vea la televisión en vez de consumir otros medios, porque todos estamos acostumbrados a utilizar varios a la vez.

Al trabajar en el turno de tarde, ¿tiene tiempo para hacer los deberes con sus hijos? Ahora mis hijos son pequeños todavía, y los deberes son llevaderos. Si continúo con este horario, cuando vayan creciendo será más difícil. Pero es complicado conciliar. Es verdad que durante el día no tengo más vida que la televisión, porque, aunque no estés en Torrespaña, ya estás pendiente de las noticias desde que amanece, escuchando las tertulias, viendo las últimas horas… Estás enganchado desde que te despiertas. Es lo que conlleva esta profesión y posición concreta, con este horario. Trato de encontrar mis huecos.

ENTREVISTA A… JOAQUÍN ECHEVERRÍA, padre del héroe del monopatín

Ignacio, al igual que los militares, sabía cuál era su misión

Texto: Felipe Pulido / Madrid

Fotos: Sdo. Iván Jiménez (DECET)

Ignacio Echeverría era un luchador nato frente a las injusticias y se aferraba a unos valores muy sólidos, hasta el punto de entregar su vida para salvar la de otra persona. Sin armas, más allá de su monopatín, hizo frente a los terroristas durante los atentados del 3 de junio de 2017 en Londres. ¿Un héroe? No, un ser humano de carne y hueso. De este modo quiere que se le conozca su padre, Joaquín Echeverría (Montoro, Córdoba,1950), a través del libro Así era mi hijo Ignacio. El héroe del monopatín, publicado en 2019 y que ahora ha querido compartir también con el Ejército de Tierra.

El Palacio de los Consejos, sede de la Dirección de Acuartelamiento, acogió, el 22 de junio, la presentación de este libro que acerca al lector la figura de Ignacio Echeverría… ¿Por qué es importante que los militares conozcan esta historia?

Estoy haciendo un esfuerzo para dar a conocer las circunstancias de la muerte de Ignacio, y también su vida. Creo que para la sociedad en general puede ser útil, pero, para el Ejército, que entraña unos valores como institución, puede servir de ejemplo. Me gusta que las Fuerzas Armadas presten atención a esta historia y estoy seguro de que a Ignacio también le hubiera gustado.

¿Qué es para usted el valor?

No sé si es fácil de definir. El saber controlar las emociones en momentos en que, bajo presión, se está imponiendo el miedo o el terror, y superar esos límites que siente toda persona sana. Es una muestra de respeto hacia uno mismo.

Se entiende que ha necesitado mucho valor para contar esta historia. ¿En qué momento decide escribirla?

En un principio, me dedico a recabar información sobre Ignacio de publicaciones de personas que no le conocían. Por eso, llega un momento en que me parece importante que hablemos los que estuvimos más cerca de él, para evitar recrear el perfil de una persona que no existió.

Hubo días de incertidumbre en los que estuvo desaparecido, hasta que se confirma la trágica noticia…

Tuvimos cinco días para mentalizarnos de su muerte, aunque inicialmente pensábamos que podría estar vivo. La periodista Isabel Durán me sugirió dar entrevistas para ayudar a localizarlo cuanto antes. A lo largo de esas conversaciones con los medios comprobé que había que ser cuidadoso con lo que estaba pasando. Me parece que es mucho más trascendente el fenómeno del terrorismo que la pérdida de Ignacio, porque su muerte es solo una parte de este.

¿En quién se apoyó en esos momentos?

Estábamos todos juntos y muy atendidos. Cuando llegamos a Londres, me preocupaba la desaparición de Ignacio, pensaba que estaba vivo y podría sentirse muy solo y desconsolado. Cuando supimos que estaba muerto, para mí fue una tranquilidad, porque sabía que ya no sufría. Me preocupaba que hubiera muerto desesperado, pero cuando vi su cadáver, con el gesto de una persona serena, me consolé y pensé: «Cumplió con su vida, murió bien y no lo hizo desesperado».

¿Cómo era realmente Ignacio?

Hay personas que tienen una habilidad especial en algunas facetas, pero él no era el más inteligente del mundo, ni el más atlético, sino una persona común, que intentaba conocerse a sí mismo. Era tremendamente cariñoso y cultivaba mucho las relaciones familiares y la amistad. No obstante, era muy excluyente con las malas conductas: si veía cosas que no le gustaban, se apartaba y no quería saber nada. Tenía unos valores.

Cuando vi su cadáver, me consolé pensando que no había muerto desesperado

Algunos lo denominan héroe, pero a usted no le gusta esa calificación…

Yo no quiero que de mi boca salga que Ignacio era algo excepcional. Tuvo una acción que produjo asombro a mucha gente, porque hizo algo singular. Toda la vida se la pasó intentando mediar en los conflictos, exponiéndose muchas veces y con repercusiones negativas para él. Fue lo que hizo aquella vez: se puso a mediar entre unos terroristas y unas víctimas, que estaban siendo asesinadas.

El monopatín que utilizó para hacer frente a los terroristas se ha convertido en un símbolo y ha sido donado al Centro Memorial de las Víctimas, en Vitoria, ¿Qué significa para su familia?

Él manejó muchos monopatines a lo largo de su vida. Pero con el que se apoyó para defender a aquellas personas fue con el que murió. A los que visiten el Centro Memorial les puede gustar. Siento alegría de que esté expuesto ahí. Para mí, Ignacio está presente en su ser y en su conducta, las cosas materiales no son importantes.

Hay militares en misiones que algunas veces dan su vida por los demás.¿Es igualmente aplicable a Ignacio?

Los militares están en sitios donde hay un riesgo permanente. Ignacio, sin embargo, se encontró con una situación poco probable. Se había condicionado a sí mismo, porque en el atentado de Westminster, en marzo de 2017, murió un policía mientras el otro se quedó en el coche. Ignacio decía que, si él hubiera estado allí, ese policía estaría vivo. Esa reflexión le condiciona y le obliga a actuar como lo hizo. Él sabía lo que tenía que hacer, como los militares que van a una misión saben también lo que tienen que hacer.

Tenían familia militar…

Los cuatro hijos de mi abuelo fueron oficiales, y dos de ellos decidieron seguir en el Ejército hasta llegar a la reserva como coroneles. Joaquín Echeverría, mi tío, era uno de ellos, y pasó a la historia porque hizo el primer salto con paracaídas en modalidad militar. En Alcantarilla (Murcia), hay una placa que lo recuerda.

La actuación de Ignacio ha merecido numerosos reconocimientos, tanto en España como en el Reino Unido. ¿Han sentido el cariño de la sociedad?

Las muestras de cariño son inmensas. La muerte de Ignacio se puede interpretar como la muerte de un estúpido que se expuso por defender a personas que ni siquiera conocía, pero afortunadamente lo que ha trascendido en la opinión pública es que lo que él hizo es digno de admiración y tiene mérito. Eso es de agradecer.

¿Qué mensaje le transmitiría a su hijo, que nunca pudo hacerlo?

Le diría que estuvo bien (emocionado). Aprobaría su acción.