Texto: Miguel Renuncio
Fotografía: Stte. José Hontiyuelo / DECET
Casi nadie lo conoce por su nombre real, Francisco Javier López Sánchez; a muchos, sin embargo, les sonará su nombre artístico, Javier Losán; y la inmensa mayoría seguro que lo identifican con su personaje estrella, el Ovejas, de la serie El pueblo. Nacido en El Bonillo (Albacete), en 1970, Javier Losán descubrió muy pronto que lo suyo era la interpretación y, desde entonces, lleva actuando y haciendo reír a millones de personas. ¿Quién no lo ha visto en algún sketch de José Mota o en alguna película de Santiago Segura? Desde hace cuatro años, da vida a un entrañable pastor en una de las series de mayor éxito de los últimos tiempos.
¿Por qué decidió ser actor? Yo nací de una forma muy cómica. Mi madre estaba a punto de dar a luz y, cuando fue a orinar, salí yo. Creo que el porrazo que me di contra el orinal me afectó de tal forma que hizo que me decantara por la comedia (risas). Iker Jiménez dice que es el único caso en el mundo de este tipo de nacimiento. A los seis años ya empecé a hacer teatro en el colegio. Recuerdo que interpretaba a un leñador en una obra de Molière que se llama El médico a palos. Yo tengo mucho de payaso —en el buen sentido de la palabra— y también de niño —tengo un niño grande dentro—. Todos esos factores fueron sumándose para que, al final, acabara dedicándome al mundo de la interpretación.
«Hacer reír a la gente es lo más difícil que hay»
¿Se necesita estudiar mucho para ser actor? Por supuesto. Hay gente que piensa que basta con ir a determinados programas de televisión, pero no. Eso es ser famoso. Para ser actor tienes que prepararte, igual que un cirujano se prepara para operar, porque subirse a un escenario implica tener un respeto hacia el público, que paga por ver la función. Aparte de eso, yo creo mucho en la vis cómica, que es algo que no se enseña en las escuelas, ya que tienes que nacer con ella. Yo tengo vis cómica y, por eso, hago comedia sin querer.
Entonces, ¿No es fácil hacer reír a la gente? Todo lo contrario. Yo creo que es lo más difícil que hay en el campo de la interpretación, y más en los tiempos que corren. Cuantas más desgracias vemos a nuestro alrededor, más complicado es conseguir que la gente se ría.
Después de tantos años de experiencia, ¿sigue aprendiendo? Por supuesto, todos los días aprendo cosas nuevas. Yo he estado interpretando en el teatro al mismo personaje durante cuatro años y medio y, a falta de 15 días para la última función, me he dado cuenta de nuevos matices. Hay muchas técnicas de interpretación, pero yo me inclino por la de Uta Hagen, que escribió un libro de teoría teatral que, para mí, es como la Biblia. De hecho, lo tengo en la mesilla para repasarlo de vez en cuando.
Ha trabajado en teatro, cine y televisión. Si tuviera que elegir, ¿con cuál se quedaría? Son lenguajes distintos, pero, si fuera una elección a vida o muerte, me quedaría con el teatro. Al ser en directo, tiene la dificultad de que, aunque te quedes en blanco, hay que seguir adelante. Aquí no vale decir: «Corten, vamos a repetir la secuencia». Sin embargo, la ventaja del teatro es que te permite desarrollar a un personaje desde el principio hasta el final de la obra y ver su evolución.
La serie El pueblo va por la cuarta temporada. ¿A qué se debe su éxito? En primer lugar, es una serie muy familiar que ha conseguido juntar delante de la televisión a tres generaciones y, en segundo lugar, los autóctonos del pueblo no somos famosos. Si el alcalde fuera Antonio Resines, por ejemplo, ya no sería lo mismo, porque sabes que es un actor. De este modo, resulta totalmente creíble. A mí me ha pasado que, estando un día en un pueblo, un pastor me preguntó: «Oye, ¿tú qué pienso echas a las ovejas?». ¡Creía que yo era pastor de verdad!
¿Qué es lo que más le gusta de su personaje? Una de las cosas que más me llama la atención es su credulidad. Sabemos que el Ovejas es tierno y entrañable, que parece un osito…, pero a mí sobre todo me atrae lo crédulo que es. Al ser tan inocente y tan simple —que no tonto—, se lo cree todo. Claro, no ha salido nunca de su pueblo, salvo para ir a Soria a hacer la mili con 18 años.
«La labor de los militares durante la pandemia de COVID-19 ha sido admirable»
¿Cómo comenzó a dar charlas sobre acoso escolar? El 31 de diciembre de 2021, recibí un mensaje por Instagram de una madre cuya hija sufría bullying y había intentado suicidarse, razón por la cual se había visto obligada a cambiarla de colegio. A esta niña lo único que la motivaba era escuchar la canción de la Lebrijana [interpretada por Javier Losán en la serie El pueblo]. Se me puso un nudo en la garganta y esa misma noche le hice una videollamada. No es justo… [se emociona] que haya niños que tengan que pasar por eso. Yo también sufrí bullying cuando tenía 13 años. El primer colegio al que fuimos a dar la charla, otras dos personas y yo, fue aquel del que esta niña había tenido que irse, y después dimos la charla en su nuevo colegio. De este modo, intentamos poner nuestro granito de arena para la erradicación del acoso escolar.
El pasado 25 de marzo juró Bandera en el Cuartel General del Ejército de Tierra. ¿Qué supuso para usted? Fue una manera de afirmar mi sentimiento de ser español. Para mí, es un honor y un orgullo besar la Bandera de mi país. Yo admiro la labor humanitaria del Ejército y todo lo que hace por los españoles. Cuando empezó la pandemia de COVID-19, por ejemplo, los militares fueron los primeros en dar un paso al frente y salir a la calle, acudir a los hospitales, etc.


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