SIEMPRE DISPUESTOS
Esta sección del periódico suele versar sobre un militar que tiene una actividad en la vida civil en la que destaque (deporte, cultura…), pero alguien me preguntó por qué no hablar de personas que tienen un trabajo en la vida civil y “su afición” es la milicia, y le tomé la palabra. Los Reservistas Voluntarios (RV) son un buen ejemplo de ello.
Cada uno ha aportado lo que ha podido en esta situación de crisis sanitaria, provocada por el coronavirus SARS-CoV-2, en la que estamos inmersos desde hace ya más de tres meses. Los RV no han sido una excepción; de hecho, desde que empezó mostraron su deseo de ayudar, haciendo honor a su lema Siempre dispuestos. Así, su presidente Francisco Díaz de Otazu, escribía, a mediados de marzo: La Asociación de Reservistas Españoles (ARES) se encuentra permanentemente y en toda circunstancia al servicio de España, y en disposición de colaborar con las instituciones en cuanto sea necesario y para lo que sea requerida.
En el caso de los Ejércitos, se vieron reducidas las activaciones previstas, entre otros motivos por no poder garantizar que se realizaba el reconocimiento médico previo a la activación, aunque siguieron otras adelante, unas 20 en el caso del ET.
Activados desde el minuto uno
Entre los RV que tuvieron ocasión de demostrar su amor a España vistiendo el uniforme del Ejército de Tierra, tenemos estos ejemplos.
El primero es de Cuerpos Comunes —del alrededor de medio centenar activados desde finales de marzo y principios de abril—. El alférez (RV) Aguirre es enfermero en el área de Urgencias del hospital de Poniente de El Ejido (Almería) y, como tal, ha vivido en primera persona la crisis en el mes de abril, atendiendo a centenares de personas cuando la situación estaba en su punto álgido. No obstante, él había solicitado su activación para los meses de marzo (en una unidad del ET) y mayo (en otra del EA), donde también ha puesto su granito para que la operación “Balmis” no tuviera que lamentar bajas. Concretamente, en el mes de marzo estuvo en el botiquín de la Brigada “Rey Alfonso XIII” II de la Legión. Lo que a priori parecía un mes tranquilo, empezó a cambiar pronto. «Hubo un caso positivo en uno de los participantes en unas maniobras; se hizo regresar al grupo y hubo que dejar a todos en cuarentena. Se habilitó una zona de desinfección para vehículos y material, y el personal se fue con medidas preventivas a su domicilio», comenta. El 14 de marzo se decretó el estado de alarma, el 15 comenzó la operación “Balmis” y el trabajo continuó aumentando en el botiquín de la base “Álvarez de Sotomayor”.


«Elaboramos un protocolo de asistencia con mascarilla, gel de manos, zonas de aislamiento…», continúa el alférez. Prepararon en la residencia de la base un área para todo el personal que participaba en la operación “Balmis” y no tenía posibilidad de aislarse en su domicilio. Hacían el seguimiento telefónico de todos los que estaban en aislamiento en casa y en el pabellón habilitado en la base; a algunos se les hizo el test, cuando la sintomatología era clara.
«Al principio había mucha desinformación y preguntaban bastante; se auscultaba al personal que presentara algún síntoma en una habitación aislada en la zona asistencial. Con señales de la COVID-19 hemos visto a unas 50/60 personas (pero sin pruebas diagnósticas para corroborarlo)», concreta. A quienes estaban graves se les derivaba al hospital y a los que no, los atendían, tomando las medidas apropiadas y los dejaban en cuarentena.
«Yo llevo como reservista 2 años, aunque antes fui militar profesional y estuve destinado en el Batallón de Zapadores de la Legión. Me gustaría resaltar lo necesaria que es la labor del reservista, y la gran promoción de profesionales que salió en mi año; me sorprendió la experiencia y formación que tenían mis compañeros; la gran mayoría se activan varias veces al año», concluye. Ya ha podido activarse 2 veces en la Brigada II, una con la Unidad Militar de Emergencias (UME) y, la actual, con la Brigada de Zapadores Paracaidistas.
También ha habido reservistas en el ámbito del Apoyo a la Fuerza. La brigada Bandrés lleva activándose desde 2004 en la Academia de Ingenieros (ACING), para competiciones deportivas y, en una ocasión, en la UME. Es Técnico en Emergencias Sanitarias, trabajando en ambulancias de Protección Civil e impartiendo clases en cursos del Servicio Público de Empleo (SEPE) de transporte sanitario y atención sanitaria a múltiples víctimas y catástrofes. Normalmente en la ACING desarrolla tareas administrativas y de formación (en su especialidad) a alféreces y sargentos alumnos. También se ha dado la circunstancia de que diera la formación como civil.

«Inicialmente tenía tres meses de activación pero me los ampliaron a cuatro (desde marzo a junio)», explica. En ellos ha gestionado «el funcionamiento de la zona de aislamiento por la COVID-19 de la Academia de Ingenieros (donde había alumnos extranjeros del Curso Internacional de Desminado), como responsable de la Unidad de Cuidadores; curiosamente, en esa unidad estaban los alumnos del último curso que impartí como civil en la ACING», dice.
Además, ha colaborado en la recogida y reparto de mascarillas solidarias, gorros, pantallas y batas a hospitales y centros sanitarios. En estos momentos participa en la preparación para garantizar que se cumplen las medidas higiénico-sanitarias ante una posible incorporación de los alumnos.
El teniente (RV) Rodríguez, después de estar activado dos meses en el Gabinete del JEME, ha continuado en la subdelegación de Defensa de Segovia, por su perfil profesional —en la vida civil— como técnico DDD (Desratización, Desinsectación y Desinfección). «Las tareas correspondientes a mi activación son de apoyo técnico a las peticiones que pudieran llegar, tanto a la subdelegación de Defensa como a la Academia de Artillería para tareas de desinfección», afirma. Se atendió una petición extraordinaria de desinfección, previa visita de inspección. De este modo, el 13 de abril, la empresa Grupo Solvanto—en la que trabaja el teniente Rodríguez, y que pertenece a Jesús Bravo— desinfectó el convento de clausura del Corpus Christi de las Clarisas, en Segovia capital.
Por otra parte, «además de estas tareas, procedo a la recopilación de una base de datos para la subdelegación con información sobre las actuaciones de las unidades del Ejército de Tierra y la UME durante la operación», expresa. Se incluyen las actuaciones relacionadas con la crisis de la COVID-19, como son desinfección, presencia e incluso formación a distancia.
Son muchos los que no han podido activarse pero han ayudado, demostrando que están Siempre dispuestos. En ese sentido, desde ARES nos detallan que «más de 50 de nuestros asociados se han sumado al acuerdo de colaboración que mantenemos con la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) durante la crisis, para colaborar con ella». Este personal está en situación de disponible, no activado. «Son trabajos voluntarios, por iniciativa de nuestra asociación. Ha habido colaboraciones con subdelegaciones de Defensa, Cáritas Castrense, Banco de Alimentos… —puntualiza el brigada (RV) Carrasco—; dentro de nuestras limitadas capacidades, son muchas las acciones que hemos llevado a cabo».

Trabajando sin descanso
Es el caso que nos cuentan desde la delegación de ARES en Baleares. Su coordinador es el sargento 1º (RV) Luque, cuya unidad de destino es la delegación de Defensa de Baleares (para relaciones públicas y protocolo). En esta ocasión no se activó como reservista porque es oficial de la Policía Local de Calviá, y llevaba la coordinación de la sala del 092 y la desinfección de instalaciones del cuartel, durante la operación contra la COVID-19. Pero eso no evitó que ayudara, junto a otros 20 voluntarios de ARES y la sargento (RV) Fonseca, del EA —que sí estaba activada—.
«He realizado varias colaboraciones con la delegación de Defensa de Baleares, que canalizaba la petición de ayuda. La población ha necesitado apoyos y asistencia, por lo que, de forma extraordinaria, estamos cubriendo esa carencia de productos de primera necesidad, buscando donaciones y repartiéndolas por las islas Baleares», argumenta. Han atendido a viudas (de miembros de las FAS) y personas mayores, llevándoles medicamentos, que previamente recogían en las farmacias o haciéndoles la compra; repartido mascarillas y pantallas protectoras en comedores sociales, hospitales, puestos de la Guardia Civil, clínicas dentales, Delegación de Defensa, domicilios particulares… —eran realizadas, de forma altruista, por una familia de la localidad mallorquina de Campos y por la asociación Mascarillas Solidarias—, así como gafas protectoras de una imprenta a miembros de la seguridad privada de hospitales y Policía Local; entregado sillas y camas de la AECC a quienes necesitaban esa ayuda; distribuido comida del Banco de Alimentos, también de la Asociación Tardor, de la asociación de vecinos de Ponent, cheques regalo de Alcampo, de Cáritas…; encargado de llevar a las personas que los usaban los audífonos que el centro Aural Palma había arreglado gratuitamente; hecho llegar material desinfectante, donado por un empresario mallorquín; y auxiliado con material diverso a una madre (que dio positivo en coronavirus) y su bebé recién nacido, así como a una familia sin recursos también contagiados.

Incluso, en el trascurso de estas agotadoras jornadas, ha habido anécdotas con final feliz, como la asistencia a una persona que se cayó inconsciente, a la que se asistieron hasta llegar la ambulancia, o la reparación de una ducha que se le rompió a una de las viudas a las que atendían, o preocuparse de que quienes necesitaban alimentos sin gluten los recibieran.
Por su parte, la delegación de ARES en Asturias —con el apoyo de la delegación de Defensa en el Principado de Asturias— ha desarrollado varias acciones solidarias desde el inicio de la crisis. En Oviedo, Gijón, Avilés y Mieres transportaron y distribuyeron 6.000 kilos de alimentos, donados por el Banco de Alimentos de Asturias; colaboraron con la Cocina Económica de Oviedo, en tareas logísticas y de transporte de 600 kg de pescado, donado por la Rula de Avilés y el Banco de Alimentos; en el reparto de 3.500 yogures y 15.000 litros de leche, donados por Central Lechera Asturiana, en colaboración con la Fundación Mareo Real Sporting de Gijón; en el de 3.000 kilos de mermelada, donados por Rustic Queen; en el de 1.000 kilos de croquetas ultracongeladas, donadas por el Proyecto Cien mil croquetas, Cien mil sonrisas. Las tareas logísticas las realizan socios de ARES, contando con la colaboración de Alnoco Construcciones, que cede sus medios de transporte industrial y sus instalaciones.
Como ellos ha habido tantos que no caben en este artículo… Y, al llegar a casa, tocaba desinfectar ropa y cuerpo, dormir aparte y no abrazar ni besar a los tuyos para evitar contagios. «Ha sido duro, pero no hay nada más orgulloso que servir a nuestra Patria», confesaba el sargento 1º (RV) Luque.
Desde el periódico Tierra queremos transmitir a todos los que han participado, de una u otra manera, en paliar, el daño causado por la COVID-19 nuestra admiración y agradecimiento.
