Texto: Juan Diego Tobajas/ Madrid
Fotos: Natalia Katchmar
Javier Urra (Estella, 1957) es uno de los psicólogos más conocidos en España, con una extensa carrera profesional dedicada tanto a la investigación como a la acción directa en el ámbito de la psicología forense, la infancia y la adolescencia. Fue el primer Defensor del Menor en España, cargo que ocupó durante 14 años, y desde entonces ha trabajado en la defensa de los derechos de los niños y adolescentes, promoviendo políticas de prevención y tratamiento de problemáticas como el abuso infantil, la violencia y la exclusión social. Con una trayectoria académica brillante, es también autor de 85 libros y conferenciante habitual en diversas instituciones. Además, mantiene una activa labor en centros de reinserción juvenil, en donde destaca la importancia de valores como la disciplina y el trabajo en equipo, características esenciales tanto en la educación como en las Fuerzas Armadas.
¿Qué valores considera esenciales para educar a las nuevas generaciones en una sociedad tan cambiante y exigente?
Creo que la sociedad siempre ha cambiado, no solo ahora. Los cambios, como el fuego, las herramientas, la rueda o la electricidad, han estado siempre presentes. La vida se compone de tiempo, por lo que hay que aprender a gestionarlo. Lo importante no es el «yo», sino el «tú». Educar en la ternura, el cariño y la gratitud, como algo cotidiano, es esencial. También es clave la conexión con la naturaleza. Los niños deben estar en contacto con el campo, el mar, el fuego, porque somos parte de la naturaleza. También hay que educar en el esfuerzo y la memoria. La memoria es fundamental para el futuro. Enseñar el respeto intergeneracional es otro aspecto esencial, al igual que educar en la diversidad. Llevar a los niños a un cementerio o a hospitales para que aprendan a valorar lo que realmente importa. Finalmente, hay que enseñar a ser humanos, a aceptar las vulnerabilidades y a desarrollar un sentido espiritual.
¿Cómo podemos ayudar a los adolescentes a gestionar emociones como la frustración o la ansiedad en un mundo cada vez más acelerado?
Primero, enseñándoles a ser asertivos y a decir que no cuando sea necesario. También a evitar atajos como las drogas. Hay que enseñarles a estar solos y a aburrirse, porque eso fomenta la imaginación. Hay que educar en la frustración. Un niño debe aprender a aceptar que no siempre obtiene lo que quiere. Yo trabajo directamente con jóvenes en centros de reinserción. Muchos de estos chicos han sufrido situaciones extremas y no tienen a nadie que los guíe. En mis centros no hay móviles ni ordenadores, pero sí hay deporte, actividades grupales y terapia. También hago sesiones con padres, porque la comunicación es clave.
Lo importante no es el «yo», sino el «tú». Hay que educar en la ternura, el cariño y la gratitud.
Usted fue el primer Defensor del Menor en España. ¿Qué aprendizaje extrajo de esa experiencia y cómo ha influido en su labor posterior?
Extraje que la ciudadanía se vuelca con los niños. Los políticos me respetaron, y eso fue crucial. Siempre me manejé bien con los medios de comunicación, proponiendo temas que consideraba importantes. Aprendí mucho de los niños y de la ciudadanía. Mi trabajo se basaba en la pasión y la entrega, dedicando 20 horas al día a mi función. Tras dejar el cargo, sufrí un infarto, pero seguí y sigo trabajando. Fui presidente de la Red Europea de Defensores del Menor y continué defendiendo los derechos de los niños. Siempre he dicho que lo importante no es ser el mejor, sino hacer lo mejor. He dado todo lo que he podido, y nunca he dejado de aprender.
Las Fuerzas Armadas desempeñan una labor solidaria en crisis y catástrofes, como la DANA. ¿Qué impacto cree que tiene este ejemplo en la educación de valores éticos y sociales?
La disciplina es básica. Aprendí el valor del esfuerzo cuando era joven, en campamentos. Hoy dirijo centros en los que se enseña disciplina, pero también cariño. La disciplina reduce la incertidumbre y da estructura a la vida. El Ejército tiene esta virtud esencial. Además, también es ayuda en catástrofes, incendios e inundaciones. Son jóvenes preparados, con capacidad de mando y organización. Durante mis 35 años en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia he visto cómo las Fuerzas Armadas han sido una vía de salida para chicos con problemas. Allí no se toleran tonterías, pero al segundo día ya son parte del equipo. Y eso es lo que necesitan muchos jóvenes: normas claras y un entorno estructurado.
Esa disciplina, ese trabajo en equipo, que son valores esenciales del Ejército, ¿cómo pueden implementarse de forma eficaz en la familia y en la escuela?
En la familia, la clave es el equilibrio. Mi hijo no tenía horarios estrictos, pero sí sabía que, por ejemplo, al día siguiente a las 9:00 h tenía que estar en la piscina. Hay que enseñarles a gestionar su tiempo, a ser responsables. La disciplina, bien entendida, es liberadora. No se trata de imponer, sino de enseñar el autocontrol. Los jóvenes que han cometido delitos o tienen problemas necesitan normas, límites, saber qué está bien y qué está mal.
La disciplina del Ejército se basa en la autocompetencia. No es una imposición, sino una herramienta que enseña a los jóvenes a ser responsables y a funcionar en equipo. Esto también es aplicable en la familia y la escuela. Bien entendida, genera libertad, como digo.
¿Cómo equilibrar el uso de la tecnología con el fortalecimiento de las relaciones humanas y la empatía?
La inteligencia artificial (IA) no reemplazará la conexión humana. La IA es útil para procesar datos, pero no tiene creatividad, ni emoción. La humanidad está marcada por la capacidad de emocionarse, de cometer errores y aprender. La tecnología no debe reemplazar las relaciones personales.
En mis cursos sobre inteligencia artificial, hago énfasis en que la IA no puede sustituir la capacidad humana de crear, de dar un abrazo, de conectar con los demás. Puede ser una herramienta, pero no puede reemplazar la inteligencia emocional humana. Hoy confundimos términos. Decimos que un perro es «como un hijo». No, un hijo es un ser humano. Decimos que la IA es «inteligente», pero no lo es. Es un procesador avanzado de datos. El ser humano no es lógico, es psicológico. La emoción y la creatividad nos define como humanos.
Si pudiese enviar un mensaje a los jóvenes sobre la importancia de servir a la sociedad en un mundo tan individualista, ¿qué les diría?
No creo que los jóvenes de hoy sean egoístas, al contrario, tienen muchas ganas de hacer cosas, pero a veces no encuentran el camino o las oportunidades. El mundo de hoy no les ha dado esas expectativas de futuro. Lo que debemos transmitirles es que se puede vivir para los demás, que la verdadera satisfacción viene de ayudar y ser parte de algo más grande. Hay que darles esas oportunidades, enseñarles el valor del trabajo en equipo, de la colaboración. En esta sociedad se ha dado mucha importancia al «yo», a la individualidad, pero lo que verdaderamente importa es el «tú», la capacidad de conectar con los demás y trabajar por el bien común. Y eso es algo que, por ejemplo, las Fuerzas Armadas hacen muy bien. Los jóvenes deben entender que el esfuerzo, la disciplina y la solidaridad son valores claves para tener una vida plena. Es importante educar en la empatía y la solidaridad. Cuando los jóvenes se sienten parte de un proyecto, de una comunidad, es cuando mejor funcionan. No podemos hacerles pensar que el futuro está solo en ser ricos o famosos. El futuro está en ser buena persona, en dejar un impacto positivo en el mundo.
