Artículo: Clara Privé
Fotografía: BRIPAC
«¡Good Boy!» es la frase que el cabo Suárez repite a Snoopy —o como lo llama él, «Noops»— y resuena como un eco en las paredes del patio de armas de la Brigada paracaidista (BRIPAC). Se trata de un pastor belga Malinois de 6 años, y su historia en común empieza cuando él tenía 6 meses.
El cabo ha tenido numerosas fases en su carrera militar, 25 años de servicio y lleva saltando desde el año 2002, cuando le impulsó la adrenalina a unirse al Batallón de Zapadores Paracaidistas. En su historial tiene más de 170 saltos y en mitad de su recorrido le invitaron a saltar en tándem con un compañero. No era una pareja cualquiera, se trataba de Snoopy.
Han participado unidos en dos misiones: Líbano y Afganistán. Juntos, forman parte de las avanzadillas que controlan el perímetro, las entradas en zonas de combate e inspeccionan a los individuos o vehículos que entran en las bases, todo con un propósito, el de encontrar y prevenir el uso de artefactos explosivos.
Ahora, ambos van a jubilarse, y la intención del cabo Suárez es que al salir se vayan los dos, por la puerta grande. La primera persona a la que le ofrecen quedarse con Snoopy es a su guía y no tiene ninguna otra intención más que ir a casa, juntos.

Así ha sido su historia, en la que un día como cualquier otro se levantan a las 7 de la mañana, echan una carrera, descansan y luego instrucción y así sucesivamente hasta las 3 de la tarde. “Lo más importante es la instrucción», —comenta el cabo Suárez— “llevo un peso de unos 130 kilos encima entre la mochila, el paracaídas, el de emergencia y Snoopy. Pero no lo cambiaría por nada», y una sonrisa agradable le sube al rostro mientras recuerda el sentimiento de alegría e ilusión al recordar el primer salto que hicieron. Snoopy ha podido saltar junto a su dueño en misión una vez.
Lo cierto es que no son dos individuos indiferentes entre sí, sino que forman solo uno. Una complicidad obtenida durante los meses de entrenamiento, en el que se acostumbraba a Snoopy con la experiencia del salto. Todo ello empieza con un proceso adaptativo paulatino en el que se le introduce en un helicóptero o avión en parado y, tras eso, en funcionamiento, para familiarizarse con el sonido que produce. El siguiente paso de su formación fue acostumbrarse a ir con más gente alrededor y en un avión más cargado. Poco a poco se creó su adiestramiento.
La realidad es que no sufre nada y se lo toma todo como un juego. Para él encontrar o no, siempre tiene premio, y uno muy especial, su pelota de juego amarilla con una cuerda verde que muerde con ahínco. A pesar de ser un perro con personalidad inquieta y algo hiperactivo, su carácter en el salto siempre se asemeja al del cabo y si él está tranquilo, Snoopy siempre refleja ese sentimiento.
En el final de esta etapa y los años de servicio, la intención es que Snoopy —»Noops»— pueda descansar en una jubilación tranquila siendo uno más de la familia del cabo Suárez, también conocido por sus amigos como Emilio.
