Una historia sin límites

Felipe Pulido / Madrid

La vida del cabo Domicio de la Aldea, destinado en la Oficina de Apoyo al Personal del Acuartelamiento “San Fernando”, en Zaragoza, es una historia de superación. Una lesión en el hombro en el año 2007, que se complicó y estuvo a punto de costarle la vida, le cambió para siempre. Desde ese momento, y a pesar de tener más de un 33% de discapacidad, decidió no poner límites a sus metas.

En ese camino encontró al cabo Jean Pedraza, invidente y en situación de retiro. Ambos se hicieron aliados en la causa por demostrar que la vida tiene segundas oportunidades. Así surgió el proyecto “Servir sin límites”, cuyo objetivo es dar visibilidad a la discapacidad en las Fuerzas Armadas a través del deporte.

Ahora acaban de presentar su iniciativa por segunda vez a las becas «Where is the limit?», con el objetivo de participar en el “IV CXM Desafío FAS Ascenso al Puig Major 2021”, que se celebrará previsiblemente en el mes de junio en Mallorca, con un recorrido de 43 kilómetros. «Participamos en muchos proyectos», reconoce el cabo de la Aldea.

“Servir sin Límites” es una evolución de diferentes iniciativas, ya que ambos llevan corriendo más de seis años juntos. Comenzaron a hacerlo en la «Carrera del Ebro», tras el paso a la reserva del anterior guía de Pedraza, el suboficial mayor Antonio Cabañero. «Jean sufrió sus heridas en el “Campo de San Gregorio” (Zaragoza) y verlo correr tan cerca de ese mismo lugar fue algo que me impactó, pero a la vez me sentí realizado al poder ayudar a alguien con otra discapacidad diferente a la mía», manifiesta.

En 2020 el proyecto se materializa y optan por primera vez a estas becas. Aunque no fue posible conseguirlo en aquella ocasión, no han querido tirar la toalla y desean volver a intentarlo. De la Aldea participó en el «Ascenso al Puig Major» en 2019, en la modalidad corta 17 Km, pero su ilusión es hacerlo junto a su compañero: «Cuando surgió la oportunidad de las becas tenía claro con quien quería hacerlo», asevera.

En este camino les une una gran amistad, pero también una gran vocación militar. «Tras el accidente luché por mantenerme en activo en las Fuerzas Armadas y poder poner mis conocimientos y mi experiencia, tanto profesional como personal, al servicio de los demás a través de mi trabajo en la Oficina de Apoyo al Personal es la mayor de las recompensas», añade.

Quiso ser militar siguiendo su compromiso de servicio a los demás: «Cuando hice el servicio militar obligatorio descubrí que mi vocación era plena y que quería hacer eso el resto de mi vida», asegura. Además desde el 2005 se convirtió en militar de Tropa con carácter permanente, con lo que seguirá manteniendo su compromiso vinculado a las Fuerzas Armadas.

Deporte y Ejército son su vida. Tras el accidente que le cambió para siempre decidió que los valores de ambos sirvieran para ayudar a los demás. Precisamente sus dos hijas, de 9 y 12 años, siguen su ejemplo. «La mayor se detuvo en una competición al ver a una compañera en el suelo para ayudarla y decidió entrar la última en la meta para que ésta no perdiera», explica el cabo.

Ahora pone la vista en nuevos retos en los que participar en cuanto le sea posible, como son los “101 kilómetros de Ronda”. Para él no hay obstáculos, la voluntad todo lo puede, y así es como se escribe cada día una historia que no tiene límites.

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