«QUIENES SE RADICALIZAN SIGUEN SIENDO UNA MINORÍA EXIGUA»
Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Granada, Manuel R. Torres —nacido en Mengíbar (Jaén), en 1978— es catedrático en la Universidad “Pablo de Olavide” de Sevilla. Ha publicado libros como El eco del terror. Ideología y propaganda en el terrorismo yihadista (2009), Al Ándalus 2.0. La ciber-yihad contra España (2014) y Desinformación. Poder y manipulación en la era digital (2019). Entre los diversos galardones que ha recibido, destaca el Premio Defensa de Investigación de 2008, por su tesis doctoral La dimensión propagandística del terrorismo yihadista global.
Si hasta hace unos años el Sahel era una región poco relevante desde el punto de vista de la seguridad, ahora se ha convertido en nuestra “frontera avanzada”. ¿A qué se debe? Yo creo que al aprendizaje colectivo que supuso la implantación del mal llamado “califato” del Estado Islámico en Siria e Irak y las consecuencias que eso tuvo. La conclusión que se sacó es que no se podía volver a cometer el error de no actuar a tiempo antes de que el problema se agrave y, por lo tanto, la solución sea mucho más compleja. Hay que trabajar activamente para evitar que los grupos violentos aprovechen determinadas ventanas de oportunidad. Si el Sahel se abandona a la acción de esas organizaciones, tendremos repercusiones directas en nuestros intereses más inmediatos e, incluso, en el ámbito de la propia seguridad nacional.
El Ejército de Tierra español tiene una importante presencia en Mali. ¿En qué consiste la amenaza terrorista en ese país? Las organizaciones de inspiración yihadista constituyen un ecosistema de actores que va fluctuando continuamente, con un sinfín de alianzas y escisiones que dificultan la identificación de estos grupos y su liderazgo, pero todos tienen en común su visión de un islamismo radical que legitima la violencia y se aprovechan de la debilidad de las instituciones y de la pobreza y la falta de expectativas de la población. Todos estos grupos se enmarcan dentro de las filiales de Al Qaeda (como el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes) o del Estado Islámico (como el Estado Islámico en la Provincia de África Occidental).
La propaganda yihadista suele llamar a la recuperación de Al Ándalus. ¿Qué hay de realidad en este tipo de amenazas? Debemos tomarlas muy en serio, porque no son un mero recurso retórico. Hay muchas pruebas de que esas apelaciones a una tierra islámica arrebatada y que debe ser recobrada por la fuerza han sido utilizadas para legitimar la violencia. Además, algunos terroristas se perciben a sí mismos como continuadores de los guerreros que conquistaron la península ibérica o como vengadores de la afrenta que supuso perder Al Ándalus. No debemos tomar esas amenazas como una mera hipérbole, porque constituyen un elemento de inspiración muy importante para todas estas organizaciones, lo cual supone una sobreexposición de España a la amenaza terrorista y una mala noticia para la seguridad de los españoles. El hecho de que estemos en la diana es una cuestión estructural, es decir, no va a cambiar nunca, con independencia de cuál sea nuestra política.
Muchas veces se piensa que quienes caen en la radicalización violenta son personas sin educación o sin recursos, pero lo cierto es que no existe un único perfil de yihadista… Efectivamente, los datos nos dicen que hay tantas trayectorias hacia la radicalización como personas. Cada proceso es único y eso explica que, entre quienes se radicalizan, encontremos a gente sin formación de ningún tipo y sin arraigo social o familiar, pero también a gente que ha triunfado en sus proyectos vitales y profesionales, con formación universitaria y bienestar económico. Los procesos de radicalización se explican más bien por cómo determinados individuos resuelven sus conflictos de identidad dejándose convencer por un discurso simple y maniqueo, pero que para ellos es absolutamente convincente y útil. Otro factor de gran importancia son los vínculos sociales, es decir, la relación con determinadas personas que van guiando a esos individuos en su proceso de radicalización.
Si antes los yihadistas que atentaban en Europa eran extranjeros (como los del 11-M), ahora son personas que han nacido y crecido aquí (como los de Barcelona y Cambrils). ¿Qué está ocurriendo? Los jóvenes que se radicalizan en la actualidad pertenecen a segundas o terceras generaciones de inmigrantes y, aunque han nacido en España, paradójicamente manifiestan de manera más acusada esos conflictos identitarios de los que hablaba. Sin embargo, no conviene generalizar, puesto que quienes se radicalizan siguen siendo una minoría exigua. La gran mayoría, aunque está sometida a los mismos factores, no se radicaliza. Es una cuestión individual: hay personas en las que el discurso radical hace mella y otras en las que no.
La figura del terrorista autorradicalizado o “lobo solitario”, ¿es un mito o una realidad? En sentido estricto, un “lobo solitario” sería aquella persona que, de manera aislada, se radicaliza y lleva a cabo una acción violenta por su propia iniciativa. Sin embargo, ese es un perfil muy poco frecuente y que no tiene mucho que ver con la realidad. Lo que ocurre es que a numerosos individuos se les ha etiquetado erróneamente de “lobos solitarios” por el mero hecho de ser atacantes individuales. Una cosa es cometer un atentado de manera individual, pero formando parte de una organización, y otra muy distinta es planear y llevar a cabo un atentado sin ningún tipo de contacto o interacción con otras personas.
¿Qué opina sobre la labor que el Ejército realiza en países como Mali? Es una labor esencial, porque la lucha contra este tipo de terrorismo es multidimensional y hay que hacerle frente a todos los niveles. Las Fuerzas Armadas desempeñan un papel clave, no solo a la hora de generar capacidades antiterroristas y garantizar la seguridad en aquellos países donde estos grupos actúan, sino también como un instrumento de confrontación directa contra los terroristas allí donde no es posible la actuación de la Justicia. Sin duda, nos encontramos ante un paradigma distinto al del terrorismo de ETA, que durante tanto tiempo hemos padecido.

