Texto: Felipe Pulido
Fotos: Regimiento de Infantería “Inmemorial del Rey” nº 1
El cabo Palomo, destinado en el Regimiento de Infantería “Inmemorial del Rey” nº 1, vive por y para la música. Su trayectoria no se entiende sin las notas que han ido marcando su camino y que le han consagrado como una de las voces más emblemáticas del Ejército.
Es común verlo en los numerosos conciertos que ofrece su unidad y que le han llevado a escenarios tan importantes como el Palau de la Música, en Barcelona, o el Teatro Monumental de Madrid. A pesar de ello, siempre se ha mantenido ligado a su pueblo, Torrijos (Toledo), donde formó parte de la Coral Polifónica Teresa Enríquez y, actualmente, continúa en la Banda Músico-Cultural Santísimo Cristo de la Sangre, dirigida por el subteniente Gericó, destinado en la Academia de Infantería.

Fue allí, en su municipio, donde el tenor dio sus primeros pasos en el ámbito musical, cuando tenía ocho años. «Un religioso nos hizo una prueba de canto en el colegio y yo salí elegido entre los demás niños», recuerda.
A partir de ahí comenzó a formarse y a modular la voz. En esta primera etapa tuvo gran importancia su paso por la Escolanía del Valle, donde permaneció durante cuatro años. Allí aprendió canto gregoriano y polifonía. Además, en el Conservatorio de San Lorenzo de El Escorial comenzó a demostrar su talento con la flauta travesera.
Su destreza con este instrumento le abrió las puertas del Ejército de Tierra. Un conocido, también militar, le habló sobre la posibilidad de entrar como músico en las Fuerzas Armadas y, así, decidió compaginar su vocación musical con su servicio a España. Su primer destino fue la antigua Fuerza de Maniobra de Valencia, donde estuvo los tres primeros años, hasta que llegó al Regimiento “Inmemorial del Rey” nº 1.
«Aunque tengamos la especialidad de músicos, nosotros somos de Infantería», asegura. Y es que los valores militares se desprenden de cada una de las notas que emanan de sus interpretaciones. La disciplina, el sacrificio o el esfuerzo son fundamentales. «Un músico tiene que ensayar y practicar todos los días, para no perder lo que se ha ganado con tantos años». A ello se suma el compañerismo, ya que sin el trabajo de todos no se conseguiría el resultado final.
Anécdotas no le faltan, como aquella en la que la unidad descubrió sus dotes como solista. Hasta ese momento se había dedicado a su instrumento, la flauta travesera; sin embargo, en una ocasión, mientras viajaba en autobús junto a sus compañeros, uno de ellos le propuso que cantara el Ave María, de Gounod. Su voz impactó a los presentes hasta el punto de que su superior, también en el lugar, le llamó para mantener una reunión con él. A partir de ese momento, comenzó a participar como solista en los conciertos de la Unidad de Música.

Aunque ha interpretado principalmente géneros como la zarzuela o la música clásica, tiene la capacidad de adaptarse a cualquier otro que le pidan. A sus 40 años recién cumplidos, lleva media vida en el Ejército y 30 subido en un escenario. «La inspiración está dentro del tema que estamos interpretando», asegura.
En un momento como el actual, enmarcado por la crisis sanitaria por COVID-19, en la que han fallecido miles de personas, recuerda la banda sonora de La lista de Schindler. Sin embargo manifiesta que, a veces, el ser humano busca en la música otros sentimientos más positivos para las situaciones más complejas, como se ha hecho con la canción Resistiré, del Dúo Dinámico.
Cuando sale al escenario sabe que está doblemente arropado: como músico y como militar. «A veces, te sientes muy pequeño ante ese público, pero cuando la voz empieza a sonar, la música te hace crecer», asevera.
Pese a todo, piensa que nunca se alcanza la plenitud musical, que siempre hay alguien mejor y hay que aspirar en cada momento a la superación y al aprendizaje continuo. Así, camina por su propio pentagrama, marcando notas a cada paso y dejando en ellas sus sentimientos, porque la música es así, fiel y sincera de por vida.