Felipe Pulido / Ceuta
Fotografía: Jesús de los Reyes / DECET
La mitología sitúa una de las columnas de Hércules en el peñón de Gibraltar y la otra en Ceuta. Para los navegantes indicaba “Non Terrae Plus Ultra”, o lo que es lo mismo, no hay tierra más allá. Precisamente, el monte Hacho, de la Ciudad Autónoma, es el lugar en el que supuestamente se ubica una de ellas. Esta columna no solo ha demostrado no tener fin, sino que sobre ella se esconde una historia enriquecedora.
El Grupo de Artillería Antiaérea II/30 mantiene su ubicación en esta fortaleza, dando continuidad al legado y la importancia histórica que ha tenido este enclave del norte de África. La palabra “hacho” deriva del latín y vendría a significar “sitio elevado cerca de la costa”.

Su propio nombre revela el sentido que ha tenido esta fortaleza durante siglos y su importante función como observatorio para los diferentes pueblos que han pasado por ella.
Los orígenes del Hacho podrían retomarse a los primeros años de la era actual, donde todo parece indicar que fue construida, inicialmente, por los romanos. No obstante, los bizantinos contribuyeron a su restauración, ampliación y mejora.
La traición del conde D. Julián, gobernador de Septa (Ceuta), hizo que los musulmanes entraran en Hispania —en el año 711— y recibieran la ciudad visigoda intacta. Hasta 1415 permanecerá bajo este dominio.
El escritor estadounidense Washington Irving, en sus Crónicas Moriscas, describió a la fortaleza: «aquella fortaleza estaba construida sobre ese altísimo promontorio en el cual Hércules apoyó uno de sus pilares».
Durante la dominación musulmana, el Hacho va a conocer un período de esplendor hasta 1149. Sin embargo, a partir de 1149 se abrirá una etapa de abandono y destrucción. El sultán Abdelmumen —enfurecido por la resistencia de los almorávides—ordenó la destrucción total de la ciudad y la declaró lugar desierto, al prohibir que fuese poblada mientras él viviese. Concretamente, se destruyeron todas las obras interiores de la fortaleza y se derribaron unos 500 metros de muralla, lo que la dejó inservible y sin valor para la milicia.
La conquista de Portugal y la tradición del aleo
De esta forma la encontraron los portugueses, en 1415, cuando conquistaron Ceuta. Ante la desidia de varios capitanes para hacerse cargo de la ciudad, Pedro de Meneses, primer conde de Vila Real, se presentó ante el Rey con el “aleo” (Palo) y pronunció las siguientes palabras: «Señor, con este palo me basto para defender a Ceuta de todos sus enemigos».
El “Aleo” se conserva en el Santuario de Nuestra Señora de África —patrona de la ciudad— y pasa por todos los comandantes generales de la plaza, con lo que mantienen su compromiso de defender Ceuta, como hizo Pedro de Meneses.

«Tras la muerte del Rey Sebastián I de Portugal, en 1578, —sobrino de Felipe II e hijo de Juana de Austria—, el Reino de Portugal se incorporó a la Monarquía Hispánica, tras una crisis sucesoria, en 1580», expone la historiadora María Lara.
Los portugueses encontraron la ciudad semiderruida e inservible, pero esto tampoco cambió durante su dominio, ya que permaneció así durante siglos.
En 1640, se produjo en Europa la oleada de revoluciones más amplia hasta la caída del Antiguo Régimen y Portugal se separa de España. «Ceuta no siguió a los lusos y prefirió mantenerse bajo la soberanía de Felipe IV», recalca la también historiadora y profesora universitaria Laura Lara.
No obstante, la ciudad optó por mantener las armas de Portugal en su escudo y su Bandera. En 1668 será cuando, finalmente, el tratado de Lisboa –entre ambos países— reconocerá la soberanía española sobre Ceuta.
En la fortaleza del Hacho hubo en todo momento una guarnición, de mayor o menor importancia. En el siglo X se construyó en lo alto una mezquita, con casa y cementerio, después se completaron aquellas construcciones con un bastión o calahorra —semejante a un pequeño palacio— y se instalaron silos, otros cementerios, cuarteles, campos de tiro o un observatorio; entre otras.
Una ciudadela moderna
En 1771 se rompe con la etapa de abandono que había tenido el fuerte hasta esa época y comienzan las obras de restauración para construir una ciudadela moderna, con el aprovechamiento de las murallas y torres que aún quedaban en pie.
En su interior se edificó un cuartel capaz de acoger a 300 hombres, junto a otros edificios. Desde esta etapa hasta la actual, se ha conservado prácticamente intacta la estructura de los edificios.
La intervención de Fernando VII contra los Constitucionalistas aconseja al comandante general a recluir a una buena parte de los presos políticos en la fortaleza. De este modo, el Hacho se convierte en un penal.
En 1910, el entonces Arma de Ingenieros instala un palomar militar en una de sus torres y en 1928 se inicia el proyecto para la instalación de la luz eléctrica y se incorpora la primera centralita telefónica.

Con la disolución del Regimiento Mixto de Artillería nº 8, en 1965, en la fortaleza quedó exclusivamente la batería K-3 y la prisión militar. No obstante, será en 1981cuando el Grupo de Artillería Antiaérea Ligera del Regimiento de Artillería Mixto nº 30 se instale en la fortaleza.
Su heredero, el Grupo de Artillería Antiaérea II/30, ubicado sobre la columna de Hércules, mantiene viva la presencia del Ejército en el Hacho, erguido sobre una historia que aún no se ha terminado de escribir.